“Existen diferentes planos en las profecías bíblicas, y que nunca deben ser tomadas en forma aislada, es decir; debo relacionarlas con otros pasajes que confirmen y completen la visión profética para evitar llegar a una conclusión errónea”.
Cada vez que observamos la historia, La Palabra de Dios nos confronta con una fuerte, clara e ineludible realidad, el cumplimiento de la palabra profética. El Señor Jesús o Yeshúa, en su versión hebrea, declara en el capítulo 24 de Mateo, una serie de acontecimientos que tendrían lugar en un punto crucial de la historia.
Los discípulos estaban preocupados por el fin de los tiempos, y eso los llevó a preguntas como las que vemos registradas en el versículo 3 de este mismo capítulo. Observe: “Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y el fin del siglo?”
Sin duda, “las señales” son las que nos ayudan a darnos cuenta cuán cerca o cuán lejos estamos, de un reino que es invisible, esto es, el de los cielos.
El Señor Yeshúa, dirige nuestra atención hacia la niña de los ojos de Dios: Israel.
La indicación de Mateo 24.32 nos ayuda a no equivocarnos en la lectura e interpretación de los tiempos finales, veamos: “De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.”
Todos sabemos que la higuera es Israel, pero ¿qué es exactamente lo que debemos observar para darnos cuenta de que el tiempo del fin está cerca?
Israel es el reloj de Dios, esto significa que los acontecimientos de Oriente Medio nos están revelando un tiempo profético al cual hemos ingresado.
Pero, ¿cuándo se inició este tiempo que nos hace ingresar en la etapa final de la historia de la Iglesia sobre la tierra?
Al observar la higuera, nos damos cuenta que inmediatamente después de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial y el horror del Holocausto, Israel renace de las cenizas.
Daniel y Ezequiel profetizaron sobre los años de cautividad del pueblo de Israel pero también sobre los tiempos del fin.
Quisiera resaltar que existen diferentes planos en las profecías bíblicas, y que nunca deben ser tomadas en forma aislada, es decir, debo relacionarlas con otros pasajes que confirmen y completen la visión profética para evitar llegar a una conclusión errónea.
El cumplimiento de la profecía.
El pasaje de Ezequiel 34.11-13 marca el comienzo de la etapa final en el reloj de Dios. “Porque así ha dicho Adonai el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas esparcidas, así reconoceré a mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y la oscuridad. Y yo las sacaré de los pueblos, y las juntaré de las tierras; las traeré a su propia tierra, y las apacentaré en los montes de Israel, por las riberas, y en todos los lugares habitados del país.”
Recuerde que la afirmación del Señor:”No pasará esta generación hasta que todo esto acontezca” está dirigida justamente a nuestros días y nos hace observar los acontecimientos que se están manifestando en nuestra generación.
El pueblo de Israel fue reconocido por Dios y llevado otra vez a su tierra.
La historia contemporánea marca el 14 de mayo de 1948 como inicio de esta nueva etapa, cuando las Naciones Unidas votan el restablecimiento del Estado de Israel.
Pero, estimado lector, observe ahora la fuerza de la Palabra profética de Dios declarando el resurgimiento de Israel como nación en Isaías 66.8-11: “¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sión estuvo de parto, dio a luz sus hijos. Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer?, dijo el Señor. Yo que hago engendrar ¿impediré el nacimiento?, dice tú Dios. Alegraos con Jerusalén, y gozo, todos los que os enlutáis por ella; para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones; para que bebáis, y os deleitéis con el resplandor de su gloria.”
Hemos visto, entonces, que debemos observar la higuera; también tenemos la evidencia del surgimiento del Estado de Israel. Ahora observe el siguiente pasaje, donde es Dios mismo quien se encarga de hacer regresar a su pueblo de los cuatro confines de la tierra: Isaías 11.10:12: “Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa. Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que el Señor alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar, y Hamat, y en las costas del mar: Y levantará pendón, a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra.”
El versículo 10 nos habla del tiempo en el cual estamos viviendo, donde ya la “la raíz de Isaí”, es decir, de la descendencia del rey David, sería bandera a las naciones: Yeshúa el Mesías, el Señor Yeshúa como Mesías, en donde los pueblos pueden encontrar la salvación. Y coincidentemente esto es lo que significa el nombre del Señor en hebreo, Yeshúa: Salvación.
El versículo 11 nos presenta la imagen de Dios en esa búsqueda amorosa de su pueblo escogido, en el cual él ha persistido a través de los siglos. “En aquel tiempo”, como declara su palabra, Dios actuaría para recobrar su remanente. Y esto es lo que está aconteciendo en la actualidad: estamos siendo testigos del regreso en masa de su pueblo a la tierra de Israel: argentinos, rusos en números sorprendentes, judíos etíopes y de todas las naciones retornando a la tierra de Israel.
Pero cuando hablamos de señales, estas resultan tan sorprendentes que nos gritan a través de los acontecimientos que vemos y vivimos.
Reflexione en lo siguiente: conceptualmente, la iglesia nace en el libro de los Hechos, su líder Yeshúa, después de haber muerto y resucitado, ascendió a los cielos, dejando allí a sus 11 discípulos y algunos otros seguidores. Juntos sumaban 120 personas, todas ellas judías. El Espíritu Santo es derramado sobre de ellos y como consecuencia tres mil personas creen en el Mesías de Israel, todas judías de diferentes procedencias (Hebreos 2), que obedeciendo el mandato de Dios, subían a Jerusalén a celebrar una de las tres fiestas más importantes para su pueblo: Shavuot (más tarde conocida por su nombre griego de Pentecostés). Todos ellos aceptan al Mesías como Señor y Salvador de sus vidas, y de un día para otro la Iglesia pasó de tener una congregación de 120 creyentes a una de ¡3120! Este avivamiento continuó desarrollándose y lo vemos descrito en el libro de Los Hechos, pero lo que a veces no está muy claro es que esa Iglesia primitiva nació entre hermanos judíos y se desarrolló en Jerusalén. Y éste es el punto que quiero compartir: ellos formaban parte del Primer Movimiento Mesiánico de la historia, simplemente por haber creído en el Mesías de Israel prometido por Dios.
El crecimiento de la Iglesia en Jerusalén fue sorprendente y entre el 5to. O 6to. año la Iglesia, se atomiza como consecuencia de la muerte de Esteban. Posteriormente el evangelio es presentado al mundo politeísta y a las naciones en general. Más adelante, como lo había profetizado el Señor, Tito irrumpiría con sus tropas en el año 70 d.c.; el Templo era destruido e Israel dispersado totalmente.
Desde aquel momento de la fiesta de Pentecostés, que da comienzo al nacimiento de la Iglesia, hasta hoy veinte siglos después, nunca más se vio lo que hoy está aconteciendo en Israel, sencillamente porque Israel no existía como nación. ¿Sabía usted que hoy hay más de ciento cincuenta congregaciones mesiánicas en todo Israel?
Los judíos dispersos en el mundo que están regresando a su nación, muchos de ellos lo hacen llenos del Espíritu Santo y con el Mesías en sus corazones. Dios está impactando a Israel con su presencia, así como en los días de la Iglesia primitiva.
¡La higuera está brotando!